Como no he tenido la ocasión de despedirme de usted, ya me hubiera gustado, le mando desde aquí mi más sincero adiós; por que aunque uno no se vanagloria de estar al lado de la iglesia en estos momentos de ausencias de valores religiosos en la sociedad empezando por uno mismo, a usted en esta ciudad se le guardaba y se le guardará un gran respeto.
Yo no he conicido a otro cardenal entre las paredes estrechas del clero sevillano, y no puedo tener una visión crítica si lo quisiera comparar con sus antecesores, pero si tengo claro es que ha dejado una huella, que dificilmente se podrá igualar. Todos nos quedabamos en silencio oyéndole decir que si tal o cual de los miles de temas de esta cidudad.
Se le quiere, se le respeta, se le escucha, se le venera, se le atiende y siempre será el Obispo de Sevilla, para los cristianos y no tan cistianos.
Un fuerte abrazo y hasta siempre "Amigo"